Han pasado 30 años en la Malvarrosa y parece que estamos en el mismo sitio: volvemos a las 4 esquinas hartos y hartas del deterioro del barrio por el comercio de la heroína. Algo parece claro: o cambiamos la forma de pensar o dentro de 30 años celebraremos los 60 años de la carga policial con el mismo problema en nuestras calles. Porque nadie va dejar de consumir droga, llevamos haciéndolo 5.000 años.
Las soluciones institucionales al problema de los toxicómanos deambulando por nuestro barrio han sido de 2 tipos: 1. la humanitaria y comprensiva que trata a consumidores como enfermos y enfermas y que opta por la rehabilitación y 2. la represiva que los trata como a delincuentes y opta por la introducción de más policía y de juzgados especializados. En realidad son las dos caras de una misma cosa: la Prohibición.
Esta semana ha muerto el filósofo e investigador Antonio Escohotado, así que éste puede ser un buen momento para acercarse a lo que decía y tratar de verle una aplicación a la realidad de nuestro barrio. Escohotado describió la sociedad que consume sustancias sin prejuicios morales: el que no consume alguna sustancia para sobrellevar el día a día de un barrio degradado que levante la mano.
Con Antonio Escohotado aprendemos que la diferencia entre el consumo ilegal de heroína y el consumo legal de alcohol, tabaco, ansiolíticos, antidepresivos o videojuegos es justamente esa: su tratamiento jurídico. Y que esta o aquélla sustancias no son las culpables sino la forma en cómo las entendemos y las toleramos o no moralmente. Y también que el síndrome de abstinencia del alcohol o de ciertos tranquilizantes son tan devastadores como los de la heroína.
Comprender a quien consume, a través de mirarnos a nosotros y nosotras mismas, significa entender cómo el ser humano se convierte en un esclavo. ¿Estamos preparados y preparadas para entender que el problema de las personas toxicómanas es la autoestima y su consiguiente voluntad de autodestrucción y que ambas tienen su origen en la marginación y el aislamiento social?
Quizá la diferencia entre nosotros y ellos sea solamente de número: a lo mejor se trata simplemente de cuán adulterada se vende la sustancia que compramos. Los medicamentos en la farmacia son más puros que las papelinas que se puede comprar en las casitas rosas.
Alguna gente rica ha tomado durante toda su vida las mismas sustancias que se venden de forma ilegal en la Malvarrosa. Esas personas con dinero no acababan con su vida tirados en un parque sino calientes en su casa, consumiendo droga sin adulterar y en dosis razonables conseguían morir de viejos. Es importante entender esto para no caer en el círculo engañoso de la Prohibición.
Antonio Escohotado proponía eliminar la prohibición de la venta y el consumo de drogas. Y citaba experiencias históricas que nos hablan de consecuencias favorables: el mercado de la droga se equilibra por sí mismo y el consumo se racionaliza con la despenalización.
No parece que las personas adictas acabaran viniendo a la Malvarrosa si pueden encontrar lo que buscan en su propio barrio de origen, quizá un barrio menos deteriorado. Eso podría ser un principio y aún no se ha hecho la prueba. Quizá tengamos que ser nosotros y nosotras quienes empecemos a dar respuestas diferentes.
¿Estamos preparados y preparadas para mirar con honestidad a quiénes somos y buscarle una buena solución al problema?
No hay comentarios:
Publicar un comentario